31/07/2015
El escenario os resulta desnudo, vacío, inhóspito: una caverna desalmada, una oquedad dormida, ¿no es verdad? Y, sin embargo, aún quedo yo, y eso ya es mucho. Os hablo, me muevo, estoy. Y aunque me calle, aunque me inmovilice, seguiré estando, y eso ya es mucho. Cuando me vaya os daréis cuenta. Porque no sólo no habrá nada: habrá además mi ausencia. Y dentro de muy poco, esta pequeña ausencia será enorme: diez o cien veces más caudalosa que mi presencia ahora. Y mi silencio, más fuerte que mis gritos más fuertes: será un clamor atronador aquí, en mi ausencia.
Ahora bajo la voz, os hablo en un murmullo casi inaudible, abro – grandes – pausas – entre – mis – palabras, digo palabras pobres, casi insignificantes: que, él, pared, tilde, secar… Y, sin embargo, qué apoteosis del Sentido recordaréis después, con añoranza. Os doy la espalda, muevo apenas un dedo, el más pequeño, salgo casi de escena. Bien poca cosa es lo que os ofrezco así, me temo. Pues, con todo y con eso, estoy seguro; qué plenitud de vida y sensaciones, qué espectáculo habréis de recordar cuando me vaya, dentro de un momento, cuando me haya ido completamente.